Una de las características relevantes de una persona líder es su capacidad para asumir responsabilidades. Pero asumir responsabilidades no  implica considerarse depositario de las soluciones a los problemas que un equipo o un colectivo social pueda afrontar. Precisamente, en muchas ocasiones, la responsabilidad que ha de asumir una persona líder es la de mostrar al equipo que la búsqueda de soluciones es una tarea colectiva, no individual. Sin embargo, con demasiada frecuencia nos encontramos con personas que parecen identificar su labor de liderazgo con la de alguien que siempre ha de saber lo que hay que hacer.
En el contexto turbulento y conflictivo generado por la crisis económica podemos encontrar buenas muestras de ese empeño por decirle a la ciudadanía “esto lo arreglo yo”. Paradójicamente, con este comportamiento el líder renuncia a una función esencial, la de asumir la responsabilidad de explicar a la ciudadanía que no hay una solución clara y que, fuera la que fuese, implica un compromiso colectivo.

Con ese comportamiento se ahonda en una cultura de la irresponsabilidad individual frente a los problemas sociales. Se cultiva una versión moderna de la historia del Príncipe Azul, que en este caso también puede ser Princesa: los problemas se solucionaran cuando aparezca una persona líder que sepa solucionarlos. Los demás basta con que sigamos actuando como siempre. No cuesta demasiado identificar el tipo de sociedad hacia el que nos aboca este tipo de dinámicas.
En los equipos también es fácil encontrar personas que ejercen funciones de liderazgo que consideran que es su labor solucionar los problemas y los conflictos. Lo hacen con su mejor intención, incluso se cuentan la historia que si no lo hacen están dejando “el muerto” a otros que no les corresponde. Sin embargo, con ese comportamiento, trasladan un mensaje de desconfianza a las personas del equipo.
Una historia que me parece ejemplificadora aconteció a comienzos de los años 90 y la protagonizó el equipo de baloncesto de la NBA, Chicago Bulls. En ese equipo militaba  una de las leyendas del baloncesto, Michel Jordan. En el verano de 1993, unos meses después de la muerte de su padre, Jordan anunció su retirada. Los Bulls se vieron en la necesidad de mostrar que eran un gran equipos sin la presencia de su super estrella.  Scottie Pippen se convirtió en el nuevo líder del equipo.
En la segunda ronda de los play off, los Bulls se enfrentaban a los New York Nicks. En un partido clave de la ronda el resultado iba muy igualado. El entrenador de los Bulls,  Phil Jackson, pidió tiempo muerto unos segundos antes del final para preparar la jugada que podría darles la victoria. El diseño que presentó implicaba que la pelota fuera dirigida al novato  croata Toni Kukoč, en lugar de al líder del equipo, Pippen. Cuando terminó el tiempo muerto y los jugadores debían dirigirse de nuevo al campo, Pippen se quedó sentado en el banquillo para sorpresa de todos, molesto por no haber sido elegido para ejecutar ese tiro definitivo. El entrenado, al observar esta situación pidió un nuevo tiempo muerto para evitar que su equipo fuera sancionado y preguntó a Pippen, “estás dentro o fuera”. “Fuera” respondió éste, mostrando una indisciplina muy grave en un momento como ese. Phil Jackson incorporó a otro jugador al quinteto que había de finalizar el partido y la jugada se realizó asumiendo Kukoc el tiro final.
El tiro fue certero y los Bulls ganaron el partido. El lógico entusiasmo por la victoria se mezclaba con las sensaciones producidas por ese encontronazo entre el entrenado y el líder del equipo. Todos los jugadores se dirigieron al vestuario esperando un duro enfrentamiento entre ambos. Phil Jackson entró unos minutos más tarde. El silencio se podía cortar, pero el ni siquiera se dirigió a Pippen. “Queríais demostrar que sois un equipo. Ya habéis visto lo que ha sucedido en el campo. Vosotros sabréis qué es lo que queréis lograr y que tenéis que hacer para ello”, y salió del vestuario.

Finalmente, Los Bulls fueron eliminados por los Nicks en esa ronda. Pero Phil Jackons mostró porqué ha conseguido lo que ha conseguido como entrenador. No se colocó en el papel del líder con su orgullo herido, ni asumió la responsabilidad de solucionar un problema que le podía incluir, pero cuya responsabilidad era colectiva.