Cuanto interés por motivar a la gente. Más exactamente por motivar a los demás. Si hiciéramos una recogida de firmas para solicitar que fuera más fácil motivar a otros seguro que recogíamos millones. Sin embargo, si el tema lo formuláramos al revés, que fuera fácil que otros me motivaran a mi, igual no recogíamos tantas.
Motivar es despertar el deseo para actuar, de ahí el bonito juego de palabras “motivación=motivo+acción”. Si fuera fácil que otros influyeran en mis deseos sería equivalente a que otros gobernaran mi vida. Por eso a mi me alegra que no sea fácil motivar a otros. Cada uno somos dueños de nuestros deseos y, en consecuencia, de nuestra motivación. Sí, soy consciente de que no somos silos independientes y aislados y que vivimos también con muchas influencias externas que nos afectan y nos llevan a actuar de una forma u otra, ya sea al comprar un producto, al votar a una opción política o al elegir destino de vacaciones. Pero, al final, es cada uno de nosotros el responsable de su elección. No me vale el refugio de afinar que hemos hecho lo que hemos hecho porque otros nos han influido.
Traigo todo esto a colación tras la lectura del libro de Jose Antonio Marina, “Los secretos de la motivación“. Con su estilo habitual, mediante el que hace una revisión del estado actual de un tema y lo presenta de una forma divulgativa y de fácil lectura, Marina nos presenta su visión del asunto. Así, comienza diferenciando lo que denomina motivación de inicio, que es la que lleva a empezar una actividad, y la motivación para la tarea, aquella que hace que nos mantengamos constantes haciendo lo que hemos iniciado. Cada una de estas motivaciones se relaciona con dos tipos de inteligencia: la inteligencia generadora y la inteligencia ejecutiva. A partir de esta dicotomía, las estrategias para generar una motivación u otra han de ser distintas. Lograr que alguien empiece algo, por ejemplo, a estudiar un idioma, no conlleva que tenga la motivación necesaria para seguir haciéndolo el tiempo que requiere lograr ese objetivo.
Su tesis central la resume en la fórmula de la fuerza de la motivación, que es la suma de deseos, incentivos y facilitadores de la tarea. Así, quién desee generar motivación en otros ha de trabajar en estos vectores. Generar o incrementar el deseo, ofrecer incentivos adecuados y facilitar la tarea (habilidades, apoyo, conocimiento de estrategias,…)
Interesante su afirmación “Una cosa es conseguir que alguien haga algo, y otra muy distinta conseguir que alguien quiera hacer algo“. Mediante la fuerza podemos conseguir, en el mejor de los casos para quién la ejerce, personas obedientes; pero si queremos conseguir personas comprometidas hemos de generar el entorno adecuado para que sientan el deseo de hacer lo que les proponemos.
En relación con los deseos que están en la base de la motivación, Marina nos plantea que los podemos reducir a tres: bienestar, vinculación social y ampliación de nuestras posibilidades de acción. En consecuencia, para generar motivación es clave enlazar la propuesta de acción que queramos impulsar con alguno de esos deseos básicos. Y esa conexión necesariamente conllevará una importante carga emocional (el elefante de Pink).
En otro post comentaré la segunda parte del libro.