Post elaborado para Emana y publicado inicialmente en su blog.

El pasado 10 de diciembre realizamos en Bilbao una sesión abierta sobre coaching de equipos que sirvió también de presentación de la tercera edición del curso que sobre esa materia organiza Emana e impartimos Ane Aguirre, Isabel Fernandez, Asier Gallastegi, Maru Sarasola y quién suscribe. El próximo miércoles 22 de enero haremos otra sesión equivalente en Donostia (18:30 en la Deusto Business School).

¿Cuál es el enfoque que planteamos? Partimos de dos planos complementarios. Por un lado, el relativo al propio equipo, a sus características, a los elementos que nos ayudan a entender su funcionamiento y las dinámicas presentes en él. De otro, el lugar en el que nos colocamos para acompañar al equipo en su proceso de desarrollo y crecimiento. Esto es, el coaching de equipo. De esta forma, el programa formativo aporta una visión para entender mejor el funcionamiento de cualquier equipo, identificar su potencialidades y sus necesidades de desarrollo. Así mismo, también nos acerca a la mirada del coach, que acompaña al equipo en su propio proceso, en lugar de ofrecerle sus propias soluciones. De esta forma, se dirige tanto a personas que lideran equipos o forman parte de ellos y desean mejorar sus competencias para fortalecerlos y convertirlos en equipos de alto rendimiento, como a profesionales del coaching que quieren ampliar su abanico de intervención incorporando el coaching a equipos.

El programa se articula en torno a lo que podemos denominar “un marco” para entender los equipos. Este marco tiene cuatro puntos cardinales. El primero de ellos tiene que ver con el para qué del equipo. No hay equipo sin un “para qué” propio, sin un resultado concreto que articula su actividad. Si no hay claridad en el para qué tampoco podremos tener unos objetivos claros. ¿Qué resultados puede obtener un equipo que no sabe para qué está, que no tiene objetivos concretos?

Pero cuando un equipo tiene claro su para qué, podemos preguntarnos ¿y como sabe que logra lo que se ha planteado? ¿cómo evalúa sus resultados? ¿como los hace visibles? ¿cómo aprende de ellos? ¿cómo los utiliza en la gestión?

Pero para que un equipo obtenga buenos resultados no es suficiente con tener claro el para qué, necesita organizarse adecuadamente. Así que podemos preguntarnos ¿tiene unas normas de funcionamiento claras, conocidas y aceptadas? ¿cómo se decide en el equipo? ¿es clara y equilibrada la distribución de cargas de trabajo? ¿tienen claras las personas que lo componen sus funciones en el equipo? ¿están adecuadamente representados los diferentes roles que requiere un equipo para ser eficiente?

Ahora bien, un equipo son personas que se relacionan entre sí y la forma en que se gestiona esa relación es clave para el logro de los objetivos. De esta forma, se abre otro terreno que explorar para comprender qué pasa en un equipo ¿hay confianza en el equipo? ¿de qué no se habla en el equipo? ¿las personas se comprometen con el objetivo colectivo? ¿saben decirse las cosas aunque sean críticas? ¿cómo se manejan los conflictos en el equipo? ¿y las emociones? ¿cómo se vive la diversidad y la diferencia?

Un lugar crucial en el que se articula la organización y la relación es la coordinación de acciones. ¿Cómo se piden las cosas en el equipo? ¿cuantas veces se dice sí cuando se quiere decir no? ¿cómo se gestionan los incumplimientos en lo acordado? ¿cuán efectivo se es en el equipo reclamando esos incumplimientos?

A veces encontramos equipos con un para qué claro, bien organizados, con unas relaciones razonablemente buenas y, sin embargo, los resultados no son los que cabría esperar. Parece cómo si faltara energía. Los equipos son sistemas y como tales se comportan. Y un sistema necesita tener satisfechas una serie de necesidades. Si no lo están esa carencia se convierte en una agujero negro que consume la energía del equipo. Por eso es importante preguntarnos por las dinámicas sistémicas que subyacen en el equipo ¿qué lugar tienen en el equipo quienes hicieron posible su surgimiento? ¿en qué medida se reconoce la historia vivida? ¿hay alguien o algo excluido en el equipo? ¿hay alguien que ocupa un lugar que no le corresponde? ¿son reconocidas y aceptadas las diferentes contribuciones a la existencia del equipo y el logro de sus objetivos?.

Finalmente, un equipo no es un ente aislado, vive en relación con un entorno, en la propia organización en la que esté integrado y fuera de ella ¿cómo se relaciona el equipo con ese entorno? ¿cómo conversa con él? ¿cómo aprende de él? ¿cómo innova con él?….

Sobre todo esto trabajamos en el programa de coaching de equipos que arranca en febrero.  Además, compartimos también lo que implica trabajar con un equipo desde una perspectiva de coaching. Trabajamos, vivimos la experiencia en el aula con múltiples dinámicas y se lleva a la práctica en equipos reales con empresas reales que Emana busca para facilitarselos a las personas participantes (un lujo, vamos). Si te interesa entra en contacto con María Carrascal en Emana.