En este nuevo podcast reivindico las conversaciones (aparentemente) triviales como una clave de la comunicación humana.

Y si prefieres leer, estas son las ideas básicas del podcast:

Hola ¿cómo estas? ¿Qué tal has pasado estos días? ¿Cómo está tu familia? ¿Sabes algo de Pedro? ¿Viste el partido de ayer? ¡¡Vaya tiempo que tenemos!!

Estas y muchas otras son frases que se desarrollan en el marco de lo que podríamos denominar conversaciones triviales. Esas conversaciones, más bien intrascendentes, que ocupan una parte de nuestro conversar.

La misma calificación de trivial o intrascendente ya nos dan una idea del valor que culturalmente les atribuimos. Sin embargo, estas conversaciones son esenciales en la relación humana, incluso son claves para generar otras conversaciones de más calado.

Estrella Montolío, en su libro “Cosas que pasan cuando conversamos”, dedica uno de sus capítulos al tema: “Para que sirve la charla (aparentemente) intrascendente”. Nos dice: “A pesar de su sencillez, la conversación “menor” teje buena parte de nuestras interacciones diarias; y por eso es de una importancia crucial en la construcción de nuestro mundo comunicativo”

La finalidad de este tipo de conversaciones es “mantener los vínculos con nuestro entorno (…) Mantener bien engrasadas las relaciones con personas que, en principio, no pertenecen a nuestro círculo más intimo”.

Estas conversaciones (aparentemente) triviales, además de contribuir a la sociabilidad, a la relación con personas que conocemos, pero con quienes tenemos una relación distante o con personas que acabamos de conocer, también aportan “lubricante” a otras conversaciones con contenidos más trascendentes.

Son importantes en el inicio de cualquier conversación. Ayudan a generar conexión, a construir confianza. Cuando voy a mantener una conversación difícil es una forma de iniciar distendiendo el ambiente y generando un clima de conexión desde el lado humano que todos compartimos.

También son la puerta de entrada y el entorno que envuelve a otro tipo de conversación, la conversación informal. Esas conversaciones no programadas, que se realizan en un contexto informal (tomando un café, en la fotocopiadora, comiendo,…) y que en muchas ocasiones son un gran soporte para compartir información significativa o para solventar pequeños problemas, ligeras descoordinaciones o incluso malentendidos no muy transcendentes.

Cuando la dimensión de cualquiera de estos elementos es mayor, una conversación informal probablemente no sea la mejor manera de abordarlos.

Entrar directamente a una conversación informal, sin unas palabras propias de la conversación trivial, resulta demasiado directo, incluso invasivo. No estamos en el entorno propiamente laboral formal. Para abordar temas de ese carácter en un entorno informal es imprescindible transitar primero por esa conversación aparentemente intrascendente.

Las conversaciones triviales también son una buena manera de terminar una conversación, una forma de ritual de despedida.

Este carácter ritual lo podemos apreciar también en situaciones que generan un silencio embarazoso: un ascensor, esperando junto a una persona desconocida, la persona que se sienta al lado en un avión, …

Mi experiencia personal es que vamos perdiendo ese ritual vinculado durante muchos años en nuestra cultura a la educación. Cada vez más, la desaparición de la conversación trivial genera silos de individualidades. Cada uno con su móvil, cuando no con sus cascos, compartiendo un viaje de varias horas sin cruzar una palabra con el ser humano que tiene al lado.

Es interesante tomar conciencia de cuál es nuestra relación con este tipo de conversaciones triviales. Si pusiéramos una línea con un extremo para las personas que les encanta este tipo de conversaciones y el otro para quienes no las soportan, cada uno estamos en un punto, más intermedio o más cercano a uno u otro extremo.

Eso dice mucho de nosotros y la evolución de esa gráfica dice mucho del tipo se sociedad que vamos construyendo.

Cuanto más cuidemos las conversaciones triviales más fácil haremos otro tipo de conversaciones. Muchos de los problemas para mantener conversaciones difíciles se relacionan con la falta de hábito en estas otras conversaciones intrascendentes, en apariencia, pero que funcionan como el aceite en un motor, evitando el roce que lleve a romperlo.

Son como la argamasa en una pared de ladrillo, ayudan a construirla aunque, por si sola, no tiene mucha utilidad.

Son conectores que nos ponen en relación como seres humanos y, desde ahí, es más fácil escucharnos y entendernos.