Me parece asombroso que, con lo que estamos viviendo, los humanos sigamos persistiendo en adivinar el futuro. No hay que esforzarse mucho para encontrar artículos que nos explican cómo va a ser el mundo, la economía, la sociedad, el liderazgo, las relaciones humanas después de la pandemia. Claro que para unos se fortalecerán los estados autoritarios mientras para otros se producirá una transformación social sin precedentes. Para unos se potenciará el individualismo y los nacionalismos excluyentes, para otros lo que saldrá reforzado es lo público y la solidaridad; unos piensan que inundaremos de nuevo bares y restaurantes, otros piensan que desaparecerán el 20%, … Y claro, algunos de ellos tendrán razón. A los que se equivoquen los olvidaremos pronto y los que acierten nos darán nuevos motivos para creer que los humanos somos capaces de predecir el futuro. Yo añadiría que sí, somos magníficos prediciendo el futuro una vez que ha pasado.

Parecía que habíamos aprendido que vivimos en un entorno volátil, incierto, impredecible y complejo. Sin embargo, parece que va a continuar siendo un bonito eslogan que queda genial en cualquier conferencia. Y digo yo, si la pandemia no es capaz de hacernos aprender que vivir en un entorno VUCA significa la imposibilidad de predecir el futuro ¿podremos aprender algo de ella?

Si no sabemos cuándo vamos a poder volver a la calle, ni cómo vamos a hacerlo ¿podemos plantearnos en serio cómo va a ser la economía, la sociedad, nuestra vida en los próximos meses? Claro que fantasear es libre y nos entretiene en el confinamiento. Sin embargo, me parece mucho más útil prepararnos y preparar a nuestras organizaciones para tener la agilidad y la flexibilidad suficientes para irse adaptando a lo que vaya surgiendo. Me parece más útil establecer sistemáticas de análisis, valoración y decisión más frecuentes y breves que nos permitan identificar lo antes posible los cambios que se produzcan para actuar en consecuencia.

Pasamos de centrar toda nuestra atención en cómo sobrevivir en el día a día, sin levantar la cabeza para ver que tendencias empiezan a consolidarse, a debatir con pasión cuál va a ser el mundo del mañana ¿y si nos planteamos que información tenemos para identificar lo más tempranamente posible los cambios en el entorno? ¿cómo podemos mejorar esa información? ¿cómo podemos modificar nuestra forma de tomar decisiones para que podamos tomarlas  y llevarlas a la práctica más rápido?

¿Y si nos preguntamos en qué medida la forma en que estamos organizados es la más adecuada para hacer frente a un entorno tan cambiante? Y no planteo ningún modelo concreto, cada empresa, cada organización puede tener una respuesta diferente en función de su situación, su historia, las personas que la componen,… Lo que no me parece de recibo es seguir manteniendo estructuras del siglo XIX para afrontar la complejidad y la velocidad de cambio del siglo XXI sin ni tan siquiera darnos un tiempo para reflexionar sobre ello.

El futuro, incluso el futuro cercano, es, hoy más que nunca, impredecible. Donde podemos actuar es en la capacidad de identificar lo antes posible las nuevas tendencias; en cuestionar nuestra forma de organizarnos para identificar lo que resulta obsoleto e incluso un obstáculo en el mundo en que vivimos; en transformar nuestras formas de liderar de trabajar en equipo para que podamos ganar en la agilidad y flexibilidad que necesitamos,…