Me considero una persona con un alto grado de adaptabilidad al entorno. Y a la vez reconozco que no me gusta seguir la pauta general. Me resisto por igual a vestir según marca la moda masculina que a felicitar la Navidad. Respeto a quienes lo hacen, sin embargo a mi me cuesta sumergirme en un tsunami de ese tipo. Me atraen más las miradas disonantes, diferentes. Me siento más cómodo en la disidencia y simultáneamente me vivo como una persona pragmática. Las opiniones a contracorriente me resultan sugerentes y también busco conectar con las mayorías. Mira que soy raro. Pero volvamos al meollo de este post para inaugurar el año.
Asier Gallastegi compartía su propia vivencia ante la compulsiva costumbre de desearnos felicidad. En ese sugerente y personal post nos deseaba un año 2016 TRANS. Una idea con fuerza que ya ha generado un hilo importante en las redes y los blogs y a la que no me resisto.
La TRANS que a mi me ha venido con fuerza ha sido la TRANSgresión. Me gustaría que 2016 fuera un año para saltar barreras, derribar fronteras, superar límites. Te deseo un año lleno de TRANSgresiones para que como sociedad, como organización, como equipo, como persona, vayamos más allá de lo establecido, de lo que damos por sentado, de las creencias que nos limitan, de las líneas rojas que establecemos o nos establecen. Siempre con un respeto profundo hacia los otros y su forma de ver el mundo, y también con la convicción de que la TRANSgresión es la puerta que nos puede hacer mejores. Una TRANSgresión que no supone vencer a otros sino encontrar nuevos caminos capaces de abrir nuevos y mejores horizontes.