Cuando pensamos en los enemigos de los procesos de cambio en las organizaciones tendemos a pensar casi siempre en los otros. En esas personas que nos boicotean las propuestas que realizamos; que dicen que sí, que comparten las propuestas pero luego no hacen nada para llevarlas a cabo; que siempre buscan alguna excusa para no cooperar en el proceso de cambio,….

Sin embargo, pocas veces pensamos en que medida nosotros mismos, las personas que queremos generar cambios en nuestra organización, somos los principales enemigos de ese cambio. En ocasiones, nuestras propias ansias de cambiar, la claridad con la que vemos a dónde queremos llegar y lo que eso aportará, nos hace difícil entender que otras personas no lo vean igual.
Así nuestro deseo de llegar a ese horizonte que vemos tan claro, nos lleva a generar nuevas propuesta de cambio cuando las anteriores aún no se han asentado lo suficiente, es probable que estemos creando “anticuerpos” a las nuevas propuestas. Que estemos provocando desconcierto e incertidumbre incluso entre quienes han apoyado las nuevas propuestas ¿por qué ahora esto cuando aún no hemos terminado lo anterior? ¿vamos a algún sitio o esto es solo moverse por moverse, cambiar por cambiar?

En otras ocasiones, la claridad interior que tenemos sobre lo adecuado de nuestra propuesta de cambio. La convicción de que será bueno para la organización, para la ciudadanía, para quienes trabajan con nosotros, es tan profunda que puede llevarnos a una falta de conexión con las necesidades y expectativas de los demás. Pronto el cambio puede ser visto como algo “nuestro”, como algo que responde a nuestra necesidades pero que no cuenta con los demás.

A veces, a los promotores del cambio nos gusta tanto la variedad, la novedad, la innovación, que podemos llegar a olvidarnos de que lo que hay que cambiar es la organización, el sistema, no sólo implantar una novedad u otra que al poco tiempo la dinámica de la organización acaba diluyendo.

Una característica de quienes promovemos los cambios es la de focalizarnos en las denominadas áreas de mejora. Siempre hay algo para mejorar. Pero levantarse todos los días junto a alguien que solo se preocupa de destacar nuestras imperfecciones puede generar una seria depresión organizativa.

Por último, aunque seguro que se os ocurren más situaciones en las que los promotores del cambio son sus principales enemigos, quienes lideran los cambios tiene el serio peligro de creerse los únicos con una visión clara, moderna y adecuada a las necesidades de la organización. De ahí, al talibanismos del cambio que convierte a cualquiera que tenga dudas en un enemigo o en alguien si la cabeza suficiente, ahí pequeño paso. Y cuando se atraviesa esa tenue línea, lo que se está haciendo es, precisamente, fortalecer la resistencia al cambio.