Cuando pedimos, cuando negociamos, cuando planteamos un nuevo proyecto, estamos deseosos de escuchar un sí. Sin embargo, hay demasiados significados detrás de un sí ¿No te ha ocurrido nunca que después de escuchar un sí claro, luego no has encontrado los comportamientos que deberían haber acompañado a ese sí? Hay muchos síes vacíos, emitidos por miedo, por no molestar, por ser políticamente correcto, por no llevar la contraría,….
El sí está sobrevalorado pues con frecuencia no significa compromiso alguno. Sin embargo, tememos al no, como si con él se acabara todo, cuando en realidad es el comienzo de una conversación bastante más fructífera. Después del “no” siempre cabe preguntar “¿y qué necesitarías para poder comprometerte? ¿qué haría falta para que pudieras aceptarlo?”,… y ahí empieza todo. Ahí comienza un proceso de intercambio, de diálogo, que puede llevar a un verdadero sí, a un sí con compromiso.
Cuando surja un “sí” fácil, indaguemos en el “no”: ¿qué podría hacer que no cumplieras lo acordado? ¿hay algún recurso del que no dispones que es necesario para cumplir lo acordado?… Daremos así una oportunidad a la otra personas y a nosotros mismos de poner las bases para un sí unido a un sólido compromiso.
Revisa como preguntas. En muchas ocasiones nuestra pregunta acentúa el sí, es difícil responder no. Por ejemplo ¿podrás hacerlo? suele obtener respuestas que van de “sí, claro” al “lo intentaré”. Menos frecuente es escuchar un “no”. Es responsabilidad de quien responde dar una u otra respuesta, sin embargo, la nuestra es hacer la pregunta de una forma que facilita una u otra respuesta. Si la pregunta hubiera sido ¿qué dificultades puedes encontrar para hacerlo? no hubiéramos obtenido un sí, ni un lo intentaré, sino una serie de elementos sobre los que trabajar con la otra persona para ver cómo superar las dificultades y obtener el resultado deseado.
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