Hoy he disfrutado del primero de los dos días en que Katia del Rivero imparte un curso titulado “Transformar paradigmas para desarrollar el talento de nuestras organizaciones”. Emana es quien lo organiza, mostrando de nuevo la capacidad de María Carrascal para ofrecer actividades formativas de alta calidad.
Katia ha repasado las tres principales necesidades que tiene un sistema para desarrollarse de manera “saludable”:
– La necesidad de estar “completo”, de incluir a todas aquellas personas que tienen o han tenido un impacto en la vida de ese sistema.
– La necesidad de estar organizado en torno a un propósito o principio rector. Una organización que sea capaz de dar el lugar que le corresponde en el sistema a cada persona. Este lugar viene determinado por la funcionalidad para el logro del propósito, del grado en que se contribuye al mismo y del tiempo que se lleva en el sistema.
– La necesidad de tener un balance dinámico entre el tomar y el dar. Un balance que no es lineal, es decir, que no podemos esperar que lo que se da en una determinada dirección vuelva desde ese mismo lugar. Es mucho más probable que lo haga desde otro a través de las múltiples interacciones que caracterizan a cualquier sistema.

Ha sido este último aspecto el que me ha conectado con un deseo que escucho reiteradamente en las organizaciones: cómo generar implicación y compromiso en las personas que forman parte de la organización. Para ello se busca qué “dar” ¿más formación, más información, más participación,…? Sin embargo, Katia nos ha recordado que solo si primero se “toma”, se puede “dar”. El tomar siempre precede al dar.

De esta forma, solo si somos capaces de “tomar” lo que el otro aporta, de reconocerlo, de agradecer esa aportación, de hacerla visible. Solo desde ahí podremos “dar” de una manera que genere compromiso. Mientras eso no ocurre, las iniciativas que ponemos en marcha nacen vacías de credibilidad. Chocan contra la desconfianza vinculada a la idea de que “con esto que me dan, algo quieren conseguir de mi”.

El compromiso y la implicación es algo que no se puede producir externamente. Cada uno decidimos cuánto, cómo y cuándo comprometernos o implicarnos. Para generarlo, hemos de construir un contexto, un entorno, unas circunstancias que lleven a las personas a decidir comprometerse. Para ello, el paso crucial no es dar, sino tomar.

Por cierto, si te has perdido estos dos días con Katia Del Rivero, el año próximo tendrás oportunidad de aprender con ella y otros grandes del pensamiento sistémico y las constelaciones organizacionales en el curso que organiza EMANA.