Me encanta el jazz. Era una música que me despertaba curiosidad pero que no era capaz de digerir. Escuchaba poco y muy de vez en cuando. Nunca me había comprado un disco de este estilo musical. Sin embargo había algo en ese ritmo, en ese fluir de melodías insospechadas que me atraía. Hace ya unos años (bastantes), aprovechando una oferta de una gran superficie compré un disco de Stephan Grappelli, un músico francés de jazz atípico ya que su instrumento era el violín. Y ahí empezó todo. El swing trepidante de Grappelli me capturó, luego vino Miles Davis, Bill Evans y tantos otros.
Teniendo en Euskadi tres festivales de jazz la opción estaba clara, había que catarlo en directo y si hay una música que gana en directo sin duda esa es el jazz. Escuchar en Getxo, en Vitoria o en Donostia a músicos de primer nivel resulta una experiencia increíble. Y eso ocurre precisamente este mes, en julio. Para mi, este es un mes muy especial. En casa me echan un poco en falta, mi colaboración en las tareas domésticas deja bastante que desear y no son las semanas que más duermo pero todo me compensa con esas horas de fusión con una música que la siento salida directamente de los sentimientos de quienes la interpretan y que me llega dentro, muy dentro.
Getxo ya ha cerrado su semana y en ese festival he descubierto a un bajista israelí maravilloso, Avishai Cohen. Con el clásico formato de trio (piano, bajo y batería) nos hizo disfrutar de un jazz diferente y arrebatador. El otro concierto que para mi fue sublime fue el del veterano saxofonista (71 añitos) Archie Sheep. La aventura continua en Vitoria.
Como comprenderéis cuando Koldo Saratxaga publico su libro “Sinfonía o Jazz” yo lo tenía claro sin leerlo. No es que no me guste la música clásica. Me gusta la música en general y hay musica hermosa en todos los estilos, sin embargo el jazz tiene, para mi, una fuerza interior que encuentro en pocas ocasiones.
Sobre jazz y sinfonía hablaba también mi amigo Germán Gómez Tejedor, en su blog ¿Para qué sirven los clientes?. Planteaba allí si es posible una orquesta sin director, una organización sin jefe. La verdad es que en el jazz también hay estructura y también hay un lider. Incluso hay muchos tipos de jazz, desde la big band mucho más parecida a una orquesta sinfónica a los grupos de free jazz, dónde hasta el bateria parece que ha olvidado llevar el ritmo. Quizás una de las mayores singularidades del jazz y puede que su mayor valor metafórico, es que la estructura básica del jazz y el lider de la formación busca la máxima creatividad en todos los componentes del grupo. Cuando hacen música la idea de control, de mantenerse dentro de las pautas establecidas. tiene un peso minúsculo