Hace unos días visitaba un ayuntamiento con el que estoy colaborando. Su objetivo es transformar su sistema de atención a la ciudadanía. El proyecto lo lanzó la anterior corporación y, a pesar de haberse producido un cambio en el partido gobernante, el nuevo equipo de gobierno ha hecho suya la iniciativa. Resulta gratificante comprobar cómo han sido capaces de diferenciar el cambio de rumbo político con el sentido de un proyecto que puede catalogarse de políticamente transversal.
En ese contexto retomábamos el proyecto con una reunión centrada en alguna de las dificultades que van surgiendo en el proceso. En un momento de la reunión, como si de un viaje en el tiempo se tratara, uno de los asistentes soltó un par de perlas. Para empezar, nos dejó claro que su función es velar por la legalidad del procedimiento, “si es lento o rápido me resulta igual”. Por si no había quedado claro, un poco más adelante matizó, “en la administración es mejor que las cosas sean lentas”. A lo largo de mi vida profesional ya he escuchado cosas similares pero pensaba que habían quedado recogidas en un museo de historia. Pero no, ahí están, y cuando alguien las sostiene no se abordables desde lo racional. De nada sirve tratar de explicar que la velocidad y la legalidad se mueven en dos planos diferentes que no se contraponen. Se puede ser legal y rápido, lo mismo que lento e ilegal ¿por qué no buscar la manera de ser lo más rápido posible dentro de la legalidad? En ese empeño están miles de funcionarios y funcionarias.
Sorpresa, lo que se dice una sorpresa, no era. Este funcionario es el que había manifestado más claramente sus reservas ante este proyecto de cambio. Durante unos meses traté de encontrar un punto de encuentro, resalté la aportación que supone que haya alguien que portavocea las inquietudes de la organización. El proceso avanzaba, sin su entusiasmo, pero avanzaba. Sin embargo, el inicio de una nueva legislatura, con un equipo de gobierno nuevo y joven, ha generado nuevas reacciones. Cada parte del sistema que configura la organizacón municipal se tiene que “recolocar”, buscar su sitio en esta nueva situación. En este contexto, esta intervención la vi como una manera de “marcar territorio”. La respuesta de la nueva concejala fue clara y nítida: la corporación ha decidido apoyar este proyecto y lo vamos a llevar adelante.
Es interesante ver como personas nuevas introducen dinámicas nuevas y aportan formas de estar en la organización frescas y claras. A veces se escuchan voces que subrayan los efectos negativos que puede tener el cambio derivado de un vuelco electoral. Sin embargo, más allá de que la ciudadanía es soberana para decidir quien desea que gobierne, el cambio aporta oportunidades que si se saben aprovechar pueden suponer un impulso muy saludable para la organización municipal.