No tuve malas notas mientras me licenciaba en Ciencias Políticas y Sociología. Es más, creo que aproveché el tiempo y la oportunidad que la universidad me dio. De hecho, algunas de las cosas que allí aprendí han sido esenciales en mi vida y lo siguen siendo.
Y no me refiero solo al hábito de investigar, leer, fundamentar, buscar referencias,… que es importante por si solo. También conocí pensadores y teorías que me dieron una determinada manera de ver el mundo. Berger y Luckman y su libro “La construcción social de la realidad”Ron Harré y “El ser social”; Erving Goffman con obras como “La presentación de la persona en la vida cotidiana”, “Internados”, “Estigma” o “Relaciones en público”. Allí conocí la teoría general de sistemas de Ludwig von Bertalanfly y su translación a la sociología de Walter Buckley.

Sin embargo, eso no me quita la sensación de que podría haberle sacado aún más partido. Así, por ejemplo, Max Weber y Talcott Parsons fueron autores que estudié pero que no leí hasta una vez finalizados los estudios. Antes eran demasiado “conservadores” para los territorios ideológicos en los que vivía por aquel entonces. Y otros corrieron peor suerte. Por ejemplo, Niklas Lehmann, discípulo precisamente de Parsons y que centro se trabajo en la elaboración de una teoría general de los sistemas sociales. Su polémica con Jürgen Habermas, vinculada a la Escuela de Frankfurt, lo hacía un autor poco apetecible. Para muchos universitarios de aquella época cualquiera que discutiera con Habermas “necesariamente” tenía que estar equivocado.

El caso es que uno va creciendo y adquiriendo una visión diferente de la vida. No digo mejor o peor, diferente. Ya veis que soy bastante comprensivo conmigo mismo (y trato de serlo también con los demás). Al fin y al cabo en cada momento hice y creí en lo que consideraba que era mejor para mi y para la sociedad en que vivo.

A lo que iba, desde hace unos años utilizo el enfoque sistémico para trabajar con equipos y organizaciones. Y eso me ha hecho revisar a Luhmann. En concreto, me he acercado a él con el libro “Sociedad y sistema: la ambición de la teoría” (Ed. Paidós). Es un libro pequeño que extracta algunas de sus ideas centrales, aunque lo mejor me ha parecido la introducción de Ignacio Izuzquiza. Así que voy a basarme en ella para subrayar algunas de las principales aportaciones de Luhmann.

La teoría de sistemas clásica (Ludwig von Bertalanffy) plantea que el sistema se define siempre respecto a un determinado entorno. Lehmann, en cambio, plantea una teoría de los sistemas autorreferentes, en los que “el sistema incluye en su misma constitución la diferencia respecto a su entorno y solo puede entenderse como tal desde esa diferencia”. Posteriormente define al sistema como autorreferente y autopoiético, incorporando la teoría de la autopoiesis, de Maturana y Varela. Esto tiene una consecuencia significativa en relación con el concepto de observación, ya que “no hay nunca observación neutral que no se encuentre dirigida por una diferencia o por un conjunto de diferencias”.

Interesante es también su planteamiento de que todo aquello que puede considerarse como una unidad lo es en tanto “unidad de diferencias“. Sin diferencia no puede existir relación, unidad, complejidad, sistema, observación. En una lectura personal más aplicada, su enfoque conecta con la idea de que una persona, un equipo, una organización, solo puede entenderse en la relación con los otros, una relación que implica diferencia. Mirarlos de forma aislada nos hace perder la perspectiva del sistema social de que forman parte y contribuye a definirlos.

Me ha interesado también la importancia que da Luhmann a la paradoja. De hecho, como comenta Izuzquiza, “la observación, la diferencia, la autorreferencia llevan directamente a la paradoja”. Lehmann la considera, en su modo creativo, “un destino inexcusable de toda teoría radical, que pretenda describir la sociedad moderna”.

Quizás la aportación más desafiante y polémica de Lehmann sea su concepción de la sociedad como sistema autorreferente y autopoiético que se compone de comunicaciones. Pero lo radical de su planteamiento es que, en su perspectiva, “la sociedad no está compuesta de seres humanos, sino de comunicaciones”. Las personas son el entorno de la sociedad, no componentes de la misma. “Los seres humanos -que son sistemas autorreferentes que tienen en la conciencia y en el lenguaje su propio modo de operación autopoiética- son el entorno de la sociedad, no componentes de la misma. Evidentemente, la sociedad supone a los hombres, pero no a modo de inclusión en ella, sino como su entorno”. Eso no implica que no de valor a las personas, pero las entiende a modo de la relación de un  sistema y su entorno. Una relación que alcanza altos niveles de complejidad.

En cierta forma, Lehmann lleva al límite la idea de que en un sistema lo fundamental son los nexos, las conexiones, las relaciones entre los elementos que lo componen, más que los elementos en sí mismo. Un autor difícil de leer por lo abstracto de su planteamiento, derivado de su pretensión de construir un teoría general capaz de explicar la sociedad en su conjunto. En todo caso, te remueve las ideas preestablecidas, lo cual siempre es de agradecer.

Ahora un poco de novela negra para que se note que es verano.