Lo siento, no he podido resistirme a la broma con el tamaño. Uno tiene también sus debilidades. El caso es que desde que Jon R. Katzenbach y Douglas K. Smith publicaron en 1992 su libro “La sabiduría de los equipos“, su definición de lo qué es un equipo se ha convertido en una referencia.

Para estos autores, “un equipo es un pequeño número de personas con habilidades complementarias, comprometidas con un propósito común, objetivos de rendimiento y enfoque, de lo que se consideran mutuamente responsable“. Incluso dan una referencia numérica: “típicamente menos de veinte personas”. Sin embargo, cuando abordan la explicación de esta característica numérica a la hora de definir si se constituye un equipo o no, los argumentos resultan bastante vagos. De hecho, afirman que, frente al resto de características que son “necesidades absolutas“, el tamaño “tiene poco que ver” con cada una de esas características. ¿Por qué entonces incluir el número de personas como una referencia definitoria de si se es un equipo o no?

En el breve apartado que dedican a explicar los por qué, la primera razón que presentan es que todos los equipos que conocen o de los que han oído hablar se mueven entre dos y veinticinco personas. Sin embargo, el mundo ha cambiado mucho desde 1992. La globalización, la internacionalización de las empresas; el desarrollo tecnológico con Internet, las redes sociales, hacen que hoy no sea tan inusual encontrar equipos con más, incluso con bastantes más de 20 o 25 personas. Lynda Gratton y Tamara J. Erickson presentan, en la Harvard Business Review, los resultados de una investigación en la que podemos encontrar equipos de más de 100 miembros. Entre otros, ponen como ejemplo al equipo de la BBC que cubrió los Juegos Olímpicos de Londres.

Por lo tanto, si ya en su momento el tamaño tenía poco que ver con el hecho de ser o no un equipo, hoy en día resulta, en mi opinión, fuera de lugar. Y si no ¿que nombre damos a esa agrupación de personas muy numerosa que tiene habilidades complementarias, están comprometidas con un propósito común, objetivos de rendimiento y enfoque y se consideran mutuamente responsables de los resultados? Katzenbach y Smith llegan a hablar de “equipos verdaderos”, lo que convertiría en “falsos equipos” a todos los que no cumplen esa característica de limitación del tamaño, lo cual me parece forzar la realidad para que se adecue a nuestras teorías, en lugar de utilizar nuestras teorías para entender y explicar la realidad.

Sin embargo, lo que sigue teniendo plena actualidad son las dificultades que supone para un equipo el estar formado por un número tan alto de personas. El reto no es tanto limitar el tamaño del grupo, sino desarrollar las habilidades necesarias para contrarrestar las dificultades que ese tamaño conlleva: más dificultades para generar colaboración y compartir conocimiento, riesgo de que los objetivos sean menos claros, problemas de comunicación, tendencia a un liderazgo más directivo y jerárquico, …. Un equipo grande puede tener altos niveles de rendimiento pero exige una fuerte cultura de colaboración en la organización de la que forma parte y una clara conciencia de las tendencias menos eficientes que conlleva, para poner los medios que las contrarresten.

Claro que esto es de aplicación a los equipos operativos o de proyecto. Si nos fijamos en otro tipo diferente de equipo, los equipos directivos o de gestión, el tamaño vuelve a adquirir importancia. De un lado, porque no existen condicionantes vinculados a la tarea que exijan que un equipo directivo o de gestión sea grande. Cuando lo son, suele deberse más a necesidades de derivadas de los equilibrios de poder que a la eficiencia directiva. De otro, porque para realizar su tarea directiva o gestora requiere de unas posibilidades de interacción que lleva a que no ya veinte, sino diez personas sean un límite a tener muy presente. Cuando nos encontramos con equipos directivos más grandes, no voy a decir que sean “falsos equipos directivos”, pero sí puedo afirmar que las posibilidades de que realicen adecuadamente su función son muy escasas. Es más, probablemente el centro real de dirección y gestión se situará fuera de ese equipo, en otro más reducido que funciona, muchas veces, de forma no reconocida formalmente.

En este mismo sentido, en mi opinión, el concepto de Equipo de Alto Rendimiento y todo lo que este término conlleva, se refiere más a los equipos de dirección o gestión que a los equipos operativos o de proyecto.

Resumiendo, considero que no podemos incluir el requisito de tamaño para definir un equipo, aunque sí debemos considerarlo para prever las estrategias necesarias que contrarresten los riesgos de un tamaño u otro. Por otra parte, si nos circunscribimos a los equipos directivos o de gestión, el tamaño sí importa, ya que cuando se superan los diez miembros la eficiencia del equipo resulta claramente disminuida.

La foto corresponde a la construcción de un castell y me la envió Enric Brull.